La capacidad de autorreproducirse
probablemente sea la característica fundamental de las células. Todas ellas se
reproducen mediante su división en dos, cada célula parental dando lugar a dos
células hijas al final de cada ciclo de división celular. Estas células hijas,
a su vez, pueden crecer y dividirse, dando lugar a una población celular a
partir del crecimiento y la división de una única célula parental y de su
progenie. En el caso más sencillo, estos ciclos de crecimiento y división
permiten a una única bacteria, tras la incubación durante una noche en una
placa de agar con medio provisto de nutrientes, formar una colonia constituida
por una progenie de millones de células. En un caso más complejo, ciclos
repetidos de crecimiento y división celular suponen el desarrollo de una célula
huevo fecundada, dando lugar a las más de diez billones de células que componen el cuerpo humano.
La división de todas las células ha de ser
finalmente regulada y coordinada con el crecimiento celular y con la
replicación del ADN, para asegurar la formación de una progenie de células que
contengan sus genomas completos. No debe extrañar que las alteraciones en la
regulación del ciclo celular sean una causa frecuente de la proliferación
anormal de las células cancerosas.
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